jueves, 21 de agosto de 2014

EL INVENTOR DE JUEGOS - La busqueda del tesoro

aca te dejo un capitulo de la novela el inventor de juegos esta bastante bueno y si quieres escuchar mas puedes meterte a esta pagina que aca estan nuestos blog con todas nuestras lecturas 
bueno te dejo mi lectura de los capitulos que tuve que leer espero que te guste :)
aca esta la lectura de este capitulo: lectura (audio)
LA BUSQUEDA DEL TESORO.
La fiesta del colegio celebraba el día en la que se habían instalado la primera piedra del edificio. Habían pasado ciento diez años desde entonces. El día de la fiesta su tía lo despertó más temprano que de costumbre y le dejo en su habitación el uniforme recién planchado. Iván se vistió con lentitud, mientras pensaba en los puntos oscuros de su plan. Ahora que lo repasaba mentalmente, encontró que podía fallar de mil maneras distintas. Se puso en marcha hacia el colegio con la esperanza de que algo extraordinariamente le ocurriera en el cambio y lo obligara a posponer su búsqueda del tesoro.
Mientras atravesaba el patio central de un rey o de un condenado a muerte. Iván le había encargado a la niña invisible la tarea de difundir la noticia: esa mañana, se haría una Búsqueda del tesoro, y el premio sería el único televisor capaz de  captar las ondas de lucha sin fin. Pero también había ocurrido la noticia de que es mismo día, después de la Búsqueda del tesoro, Krebs cumpliría su venganza.
El señor Possum se acercó a hablar con Iván.
-Que yo sepa usted no pidió ninguna autorización para hacer esa Búsqueda del tesoro.
- no tengo nada que ver con eso, señor Possum.
- pero en el colegio no se habla de otra cosa. Todos dicen “la búsqueda del tesoro de Iván Drago”
- no me gustan los juegos de ninguna clase señor director. Los considero una pérdida de tiempo.
- sé que me estas mintiendo, pero no voy a castígalo por eso. La búsqueda del tesoro era una tradición en Possum hasta hace unos pocos años. No es mala idea volver a realizar un juego como los de las viejas épocas. Espero que haya incluido un verdadero premio. Estos muchachos que veo por aquí parecen muy ansiosos.
No sé qué pasara si se sienten defraudados.
Y el señor Possum marcho rumbo al aula magna, para ser si estaba todo listo para el acto.
  El aula magna estaba en el último piso. Alguna vez el escenario había sido decorado con guirnaldas que habían quedado abandonadas allí, descoloridas y rotas, año tras a año. A su alrededor las arañas habían tejido su tela. Ahorrativa e ingeniosa, la vicedirectora del colegio, la señora Possum, había decidido aprovechar las telarañas como decoración, y por eso las había pintado de colores vivos. Esperaba que su marido la felicitara por su inventiva y su capacidad de ahorro, y así lo hizo el director.
Los alumnos ya llenaban la salo y los maestras trataban de que guardaran silencio. El  señor Possum subió al escenario y permaneció de pie junto al piano, mirando los rostros de los alumnos con una mirada severa y a la vez ligeramente evocativa. Sus ojos decían: “Recuerdo a cada uno de ustedes y me maravillo de cómo han crecido”. Cuando tomó el micrófono, se oyó un zumbido desagradable que hizo saltar a todos de sus asientos.
-Queridos alumnos: celebraremos la fiesta del colegio con una serie de actividades. La vicedirectora Possum se ocupara del discurso. Los alumnos de cuarto frado representaran una obra llamada un día en la vida de Gregorio Possum, que yo mismo escribí en mis ratos libres. Al principio pensamos que la obra durara exactamente un día, para que ustedes siguieran minuto a minuto la vida cotidiana de nuestro fundador, pero finalmente decidimos hacer una versión abreviada, de solo tres horas. Para cerrar el acto, el señor Gayado, alumno de sexto grado, interpretara en violín algunas de las piezas más difíciles del repertorio clásico.
En efecto, Gayado, de tanto poner música a las amenazas de Krebs, se había convertido en un violinista excepcional.
-pero antes de empezar la fiesta, haremos un pequeño juego muy ligado a nuestra tradición: una Búsqueda del tesoro
Sobre el piano había varios papeles plegados, en los que Iván había anotado en letra imprentas las distintas pistas. El señor Possum se puso los lentes para leerlos. Estaba asombrosamente parecido a su tatarabuelo, el fundador, cuyo busto de mármol presidia el Museo del Colegio.
-Aquí tenemos algunas pistas para comenzar el camino hacia el tesoro. Si no logran descifrar alguna de ellas, esperen la siguiente. Ojala que la sensatez haya alumbrado al autor de este juego. Aquí va la primera.
     Ningún lector entre estos libros se aventurara.
    Hay miles de páginas y ninguna está seca.
    Pero en la soledad completa y la noche oscura
   Se asoman en silencio las ratas de biblioteca
Un grupo de alumnos de quinto grado salió corriendo hacia el cuarto piso. Otros sin llegar a saber de qué lugar se trataba, los siguieron, entusiasmados por la urgencia ajena
-Para los que no descifraron el anterior, aquí hay otro:
No ha perdido en el mármol el hombre su miopía;
Por eso son de piedras sus lentes. Y su mano
Señala el futuro, el porvenir, la autopsia
Mientras lento se hunde el colegio en el pantano.
El señor Possum busco a Iván con severa mirada pero no lo encontró, porque estaba escondido detrás de una columna. Durante algunos segundos dudo de si convenía seguir leyendo aquellos papeles, obstinados en recordar la desgracia del edificio.
Gayado se Lévano de un salto y arrastro el brazo de Krebs. Oprimió el frustrado tatuaje y se oyó un grito de dolor.
-Hay que ir hasta el séptimo piso- le dijo.
-Más vale que no te equivoques- dijo Krebs con voz quebrada. Una mayoría silenciosa, que admiraba sus pasos gigantescos y la fuerza que demostraba en el trato con os débiles, los seguía a unos pasos de distancia.
Pronto que un último mensaje, que Possum leyó con un levo tono de melancolía:
Clavadas a su nombre duermen mariposas.
No tejen las arañas y no cantan los grillos.
Yo juego a ser el dueño de todas estas cosas
Y de la música de mis huesos amarillos.
Y después de haber leudo el último mensaje, solo quedaron en la sala los más tontos, los que nada entendían. Miraban interrogantes
-No hay más pistas, muchachos- dijo el señor Possum
-¿Qué hacemos?
-Sigan a los demás. Sigan siempre a los demás.
Ese es el lema que el fundador eligió para nuestro colegio “seguid a los otros”
Lentos y torpes, los últimos alumnos se marcharon.

“creo que fue un error abolir el examen de ingreso”, pensó en voz alta el seños Possum.

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